Postrimerías de un lustro en una ciudad de coches aparcados, con una escasez de vehículos circulando y transporte público a partes iguales; un episodio atípico donde predominan los transeúntes de camino al correpondiente convite, much@s de ell@s curios@s al cruzarse con los timbres de la marcha ciclista, que aún siendo dos puñados, resuenan y entretienen ante el silencio que se va apoderando de la tradicional quietud que a veces se respira en el epicentro complutense.
Por contra, se vuelve a la cotidianidad climática con la llegada del frío y nos despedimos de dos compañeros que no han dispuesto de guantes ...y es que hacía nueve meses que la temperatura que se cocía en la masa no bajaba de los diez grados. Avisados estábamos por el compañero José Ángel Garrido, madrileño de 59 años que ha estado pedaleando ininterrumpidamente día y noche durante una semana (18 al 25 de Diciembre) en el velódromo del Val por segunda vez en su vida.
Reaparecen los timbres de bicicleta y demás cachivaches sonoros al paso por la gasolinera ovni de San Isidro, tomando un Paseo de la Estación donde aún avistamos las idas y venidas de l@s pasajer@s del ferrocarril. Queda despedirse de las murallas medievales de camino al núcleo cervantino tras una hora de periplo bicicletero, en el que se ha trazado un recorrido parecido a la forma de una estrella con unas puntas más pronunciadas que otras, jalonados por varias tangentes en busca de lugares de convivencia en el tráfico.
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